Si yo pudiera, Señora,
ser paso de palio,
de mis brazos te haría
tus varales torneados,
de mis ojos, luz de cirios,
jarras de plata mis manos,
con el oro de mis versos,
todo un poema tu manto.
El alma, esa la pondría
como un pañuelo blanco en tus manos,
para que yo enjuagara tus lágrimas
y yo bebiera de tu llanto.
No llores, Madre mía,
que juntos vamos llorando.
Tomás Peña Durán