lunes, 14 de septiembre de 2009

Meditacion ante el Cristo de la Espina




"En medio de la sombra y de la herida
me preguntan si creo en ti. Y digo
que tengo todo cuando estoy contigo:
el sol, la luz, la paz, el bien y la vida"
(José Luis Martín Descalzo)



Un día más, he vuelto Cristo de la Espina, a tu capilla para estar contigo, para encontrarte y mirarte cara a cara, porque sé que tú no nos abandonas al poder de la muerte, al poder del mal, al poder del pecado.
Tú, Señor, vuelves constantemente en busca del hombre y no del hombre
sano que no precisa médico; tú continúas buscando a los que están
perdidos.

Tú eres el Buen Pastor que cuidas a tus ovejas y apacientas a tu
rebaño, que buscas a los descarriados, y los llevas sobre tus hombros
hasta el redil para seguir sintiendo la alegría por ese hijo que había
muerto y ha vuelto a vivir, que lo habías perdido y lo has encontrado.
Tú, Señor, continúas a cada instante tendiendo tus manos para
que te encuentre todo aquel que te busca con la esperanza de la
salvación.

Tu tosca Cruz será para nosotros el mejor faro que ilumine a
cuantos están en las tinieblas y en las sombras de la muerte y que guíe
nuestros pasos en el camino de la paz.
Tú estás, Señor, para ser compañía de los que sufren, de los que
lloran, de los que se sienten marginados, de los jóvenes que no tienen a
quién acudir, de los mayores que carecen del cariño de sus hijos, de los
que se sienten solos ante la falta de comprensión.
Tu continúas, Señor, en el centro de la vida marcando el ritmo de
nuestra propia existencia, ¡somos nosotros los que nos alejamos de ti!.

Por muchas vueltas que dé nuestra vida, por mucho que intentemos
esquivar tu presencia, por mucho que logremos olvidar tu palabra;
cuando tendamos nuestras manos para agarrarnos a las tuyas, siempre
te encontraremos con la alegría del padre fiel a sus hijos
Porque en tu pasión y en las espinas de tu corona, Señor, estará siempre nuestra esperanza de resurrección, porque anuncias al mundo la salvación de los pobres, de los que no se preocupan de atesorar riquezas en la tierra porque saben que la polilla y la carcoma la echarán a perder; a los que
son desprendidos y generosos porque saben que no se puede servir a
Dios y al dinero; porque sólo Tú, aún estando sufriendo, conoces la
necesidad de cada uno de nosotros, y nos alimentas como los pájaros
del campo y nos vistes como a los lirios silvestres, dándonos el pan de
cada día.

Gracias, Señor, por devolverles la dignidad y la esperanza a los
que el mundo tiene por último e infelices: a los pobres y los humildes, a
los que lloran y sufren, a los que tienen hambre y sed de fidelidad a
Dios, a los misericordiosos que saben perdonar a los demás, a los que
proceden con un corazón limpio y sincero, a los que fomentan la paz y
desechan la violencia, a los perseguidos por servirte a ti y al Evangelio.
Tú nos anima a seguirte hasta el final. Tú eres nuestra fuerza y nuestra roca.
¡Bendito seas por siempre, Señor de la Espina!

Gabriel Enrique Sardina Sánchez.

2 comentarios:

alamares dijo...

como siempre amigo Gabriel ¡Impresionante!

Gabriel Enrique (Gabien) dijo...

Mil gracias.

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