lunes, 7 de septiembre de 2009

Clavelitos.




Hacía demasiados años que este humilde juntapalabras, y porque Dios o el destino así lo quiso o lo ha querido, ¡vete tu a saber!, no pasaba una Semana Santa de autentico jartible, a pié de calle, rompiendo zapatos y aguantando estoicaménte algún que otro mal modo de los que piensan que la calle es suya. (Pronto veremos por Badajoz las famosas sillitas que ofrecen los/las orientales a un módico precio y que tanta controversia estan creando en Sevilla).

Y he de reconocer que he disfrutado de lo lindo, comprobando como, poco a poco, esta no tiene parecido alguno con la que, con sentimiento y dolor, tuve que dejar pues, el hombre propone y Dios dispone. Con expectación y asombro he podido observar como la semilla sembrada por los cofrades que nos precedieron y que hoy en día ya gozan de la gloria eterna, ha dado sus frutos ¡y de qué manera!.

Creo, humildemente, que ha llegado el momento de enorgullecernos del trabajo ímprobo de las Juntas de Gobierno, de los muchos cofrades sin cuya colaboración sería imposible este milagro de la primavera, junto las futuribles nuevas hermandades y desfiles procesionales, sin olvidar el buen hacer de los costaleros, alma de nuestra Semana Mayor (que me perdonen los carnavaleros).

Pero, como todo en esta vida, todavía nos quedan por pulir ciertos detalles que, sin ningún tipo de dudas, engrandecerían más aún a la semana más hermosa del año. Y uno, que tiene la maldita costumbre de fijarse en casi todo, en todo sería imposible al menos que tuviera la vista de un lagarto, ha observado con sumo deleite, como en algunas comitivas procesionales, aparecen bellas pacenses ataviadas con la tipiquísima mantilla española. Todas de riguroso negro y con gusto y refinamiento, según claro está, la percha que a cada una Dios le haya endilgado.

En algunos casos, portan la vara representativa de la corporación a la que pertenecen, sin embargo otras, se tienen que conformar con el rosario de mi madre, como bien decía la copla, cuando lo lógico es que también lleven un cirio encendido, quizás de menor proporción que el de los/las nazarenos/as, ya que la luz es símbolo de vida, sin olvidar la medalla de la Hermandad. Ahora bien, lo que no es de recibo es que luzcan, a modo de banderillas, un par de claveles rojos ya que, con este tan peculiar adorno, más parece que están en los palcos de la Real Maestranza, (en la plaza de toros de Badajoz no los hay), que acompañando a una bendita imágen en su estación de penitencia. Los claveles en los pasos y en ningún otro lugar. De este modo, la elegancia y la seriedad que se requiere, está más que asegurada.

Ójala que estas humildes palabras no caigan en saco roto y para la próxima y venidera Semana Santa, se destierren por completo tan taurinos adornos. Ah, y lo de las zapatillas de deportes, manos sin guantes, uñas de porcelana, pulseritas, ojos pintados, taconcitos, cirios eléctricos y medallitas en forma de gargantillas, lo dejamos para otra ocasión. Merece la pena siempre y cuando deseemos que nuestra Semana Santa sea lo que afortunadamente, está empezando a ser.

Gabriel Enrique Sardina Sánchez.

fotografía: Retratando.com

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