domingo, 16 de agosto de 2009

Maestro Gabi

No hace falta haber estudiado magisterio ni tener la orla colgada en la salita de estar para saber que se trata de un maestro de los de los de toda la vida. Sin palmeta pero con batuta. Maestro sin título oficial, pero conocido como tal en todo el ambiente cofrade pacense. Por algo será, o lo que es lo mismo, algo debe de tener el agua cuando la bendicen, y Gabi, mi entrañable amigo y tocayo, es el mejor maestro con el que se podían encontrar las danzantes notas musicales que serpentean en el enrejado pentagrama de la fantasía pasional.

Este maestro, que no se porqué me da la impresión que siempre ha tenido una desmedida afición a los uniformes, demostró con creces que sus muñecas eran de oro. Y si no, que se lo pregunten a las baquetas y cajas a los que ha conseguido exprimir el nervioso repiqueteo o a los que, jóvenes aún, nos quedábamos extasiados con su porte gris, serio y distinguido, sin desviarse jamás del compás y sabiendo de sobra lo que se traía entre manos, nunca mejor dicho.

Amante y amador hasta la médula nuestra Semana Santa, y no digamos de sus fascinantes sonidos, tuvo los suficientes reaños para inventarse mil y unas peripecias para que Badajoz pudiera presumir de una banda como Dios se merece. Y lo consiguió a base perseverancia y alguna que otra contrariedad, pues eso de producir por amor al arte, no es el entusiasmo de muchos que desconocen por completo que el sentimiento no tiene ni tendrá precio. Y ha
Gabi, no hay quien le gane a sentimientos.

En más de una ocasión, como los rendidos deportistas, ha estado a punto de tirar la toalla, pero su corazón, tan sólido como sus muñecas, han dicho que nones y a base de impericia ha tirado del oxígeno hasta conseguir darle vida a una banda que daba las últimas boqueadas en la UCI del olvido.

Hoy, que el otoño de su vida se ha postrado en sus cabellos, sigue firme en sus fantasías que, Dios lo quiera, pueda volver a hacer realidad pues el ánimo y la ilusión, afortunadamente, no tienen nada que ver con la edad. El maestro se lo merece y más que nadie y lo ha demostrado con creces. Y si, por esos caprichos que tiene el destino, no lograra reconquistar su meta (aunque son muchos años vistiendo el maillot amarillo de campeón), estoy seguro y convencido que, aunque nos sigamos considerando cofrades, nos quedará clavada una sangrante espina en el corazón, pues lo del Maestro Gabi y la música semanasantera es una historia de amor que, por desventura, creo que no hemos llegado a comprender jamás. Pero bueno, digo yo, todavía estamos a tiempo. Por mi parte, ¡ánimo, Maestro Gabi!

Gabriel Enrique Sardina Sánchez.

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